Hace “chiquicientos años” vino al mundo un niño que pronto se haría famoso a pesar de no ser cantante, actor, político… simplemente por pensar en los demás antes que en el mismo, luchó por la humanidad y no necesitó armas, convenció a mucha gente y no necesitó elecciones políticas.
Pero volvamos al momento del nacimiento, hecho que ocurrió, no precisamente en un hospital, sino en una cuadra rodeado de animales. Como ya se había hablado bastante de él antes de que viniera al mundo, unos majestuosos señores (la historia cuenta que eran tres, uno de ellos de color) reyes de sus naciones, decidieron acercarse a conocerle y llevarle unos presentes, ya que su venida al mundo era muy comentada por los medios de comunicación de aquellos tiempos (es decir de boca en boca).
Perdonad, se me ha olvidado deciros que ese niño nació el 24 de diciembre, noche estrellada, en la que brillaba con más intensidad una estrella deseosa de conducir a los tres majestuosos señores. Ellos asombrados y extrañados por esa luz, decidieron seguirla hasta que llegaron a la cuadra donde se agolpaban gente que alababa al niño recién nacido. Esta gente se hacían llamar Cristianos y cantaban gozosos unas canciones al niño que llamaban villancicos, decían que era porque para ellos había nacido Su Redentor y querían celebrar la natalidad del mismo.
El niño al ver a los tres señores majestuosos, reyes de sus naciones, que habían venido a verle desde tan lejos y además le traían unos presentes, pensó en la alegría que podrían tener otros niños, que no tuvieran nada como él, por lo que no se lo pensó dos veces y les pidió que llenaran sus alforjas de todo tipo de presentes y se pusieran en camino con sus camellos hacia las casas de esos niños deseosos y tan necesitados de regalos, y así poder ser un día mágico para ellos. Por lo que ese día 24 y delante de toda la gente presente los nombró REYES MAGOS, siendo sus reinos todas las casas donde hubiera niños buenos y “menos buenos” y adultos con espíritu de niños.
Dichos Reyes Magos emprendieron su viaje, para cumplir el deseo del niño, el día 5 de enero cargados de regalos y como iban en camellos, pues tardaron un año en llegar a las casas de los niños y al ver la felicidad de todos ellos, decidieron volver a repetir todos los años por las mismas fechas siempre montados en sus camellos y vestidos con sus mejores galas.
Vaya, os tengo que dejar porque creo que oigo ruidos en el balcón y sin son ellos no me dejarán los regalos si no estoy durmiendo, son magos y no podemos ver de donde sacan los presentes que traen para todos, porque entonces se pierde la ilusión.
Ya me contaréis si habéis recibido la visita de los tres Reyes Magos.
¿Os he dicho cómo se llaman? ¿No? ¡Qué despiste! Sus nombres son MELCHOR, GASPAR Y BALTASAR.
Y os preguntaréis porque sé la historia de lo ocurrido hace “chiquicientos años” pues porque estuve presente en ese momento y fui tocado “mágicamente” por el niño de este relato que se llama JESÚS y me pidió que no dejará de contar todo lo allí ocurrido. ¡Ah por cierto! se me olvidaba presentarme, me llaman el Duende de los tres Reyes.
Espero que me abráis las puertas, no sólo de vuestros hogares, sino también de vuestro corazón en estos días que celebramos la venida de nuestros queridísimos REYES MAGOS y que os traigan sobre todo salud y felicidad.
Ana Herrador Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario